Colibríes en la Cultura

Los colibríes tienen un papel destacado en la mitología de los pueblos de América. Pequeños pero llamativos, conforman símbolos y referencias en historias, mitos y leyendas.

El pueblo azteca es uno de muchos. Huitzilopochtli, nombre de la deidad del sol y de la guerra, es una palabra que se traduce como “colibrí del sur” o “colibrí zurdo”, aunque hay desavenencias respecto a esta última traducción. El dios era representado como un colibrí, con un casco en forma de colibrí o con un penacho de sus plumas. Los aztecas relacionaban a Huitzilopochtli con estas aves debido a la agresividad con que los machos suelen defender a las hembras. Incluso en el templo mayor de Tenochtitlan se han encontrado ofrendas al dios con restos de colibríes.

Muchos aztecas portaban talismanes con partes o forma de colibríes para que, en relación con ciertas cualidades de estas aves (energía, vigor, etcétera) representaran la energía, la fuerza, la habilidad del uso de armas, la disposición para la guerra e incluso la potencia sexual de su dueño. También creían que los guerreros muertos reencarnaban en colibríes.

Los aztecas creían que los guerreros muertos reencarnaban en colibríes.

Pero no solo en la cosmovisión azteca tenían importancia. En ancestrales pueblos de Sudamérica se les imaginaba como mensajeros entre los mundos, y los nativos tenían varias leyendas en torno a ellos. Hasta hoy, algunos pueblos peruanos consideran a los colibríes intermediarios de los mundos y manifestaciones de los dioses de la montaña.

Una de esas historias proviene de la mitología del pueblo Yamamomo, que cuenta que un día, un hombre llamado Kuripowe caminaba desconsolado por la selva mientras pensaba que algo le hacía falta, pero sin saber qué o por qué. De repente, se le apareció una deidad que conocía lo que el hombre necesitaba, y le obsequió el tabaco. Kuripowe comenzó a masticalo, y a medida que caminaba y escupía el jugo, del suelo crecían plantas. Entonces los colibríes llegaron a beber el néctar de las flores de las plantas de tabaco, y fue así como este se esparció por el mundo.

En el arte de los pueblos de Perú, aparecen unos recipientes de madera de los que algunos están decorados con figuras de mujeres incas acompañadas con colibríes. El pueblo Nazca decoraba recipientes con una imagen que aparece frecuentemente: la de colibríes que vuelan alrededor de dos grandes flores situadas en la parte superior del objeto. Las famosas líneas de Nazca, en el sur de Perú, representan muchos animales y figuras, entre las que destaca la de un colibrí.

Para los nativos de Norteamérica, los colibríes simbolizaban inteligencia, belleza y amor.

Para los nativos de Norteamérica, los colibríes, que eran conocidos como Sah Sen, simbolizaban inteligencia, belleza y amor, y a menudo representaban la alegría y la amistad. Enviaban mensajes a las personas sobre lo que iba a suceder.  El arte de los pueblos de la costa noroeste posee algunas representaciones de los Sah Sen, que además eran símbolo de buena suerte y su imagen solía ser usada antes de un evento importante.

Los Ohlone de la costa californiana (Estados Unidos) tenían una historia para explicar cómo el Colibrí de su mitología obtuvo fuego. Coyote, otra de las figuras de sus historias, solía competir en ellas con Colibrí, pero este, a pesar de su pequeño tamaño en comparación con el carnívoro, casi siempre salía victorioso.

Se ha creído que el nombre amerindio de Trinidad y Tobago se deriva de una palabra proveniente del pueblo Arawak, por lo que Kairi o Leré significarían “tierra de colibríes”, sin embargo, es posible que el origen del nombre sea otro.

Colibríes en la cultura popular

La presencia de estas diminutas aves en la cultura popular no ha sido tan prolífica como en el caso de otros animales. Quizá su aparición más recordada está en la película de Disney Pocahontas (1995), en donde el personaje principal tiene como amigos a un mapache y a un troquilino llamado Flint. En Epic, el reino secreto (Epic, 2013), los personajes viajan montados en colibríes. Una película de animación argentina llamada Plumíferos, aventuras voladoras (2010) tiene a un personaje llamado Pipo, que es un colibrí. Mucho más antigua es la película muda francesa Maman colibri, de 1929 (y sus subsecuentes versiones), en la cual se muestra cómo el personaje principal, ataviado en vestido y plumas, recibe el apodo que significa “mamá colibrí”.

En siglos pasados, los colibríes eran capturados para decorar sombreros, trajes y hasta las cajas de pájaro cantor, unos objetos que incluían pájaros y que funcionaban de modo parecido al de las cajitas musicales. La belleza de sus iridiscentes plumas nunca ha pasado desapercibida, por lo que muchos artistas se han regodeado en ella y se han inspirado para sus obras. Uno de estos artistas fue Martin Johnson Heade, que pintó muchos cuadros en los que incluyó a los troquilinos, como en Orquídea y colibrí (1880). El biólogo Ernst Haeckel realizó una conocida ilustración incluida en su obra Kunstformen der Natur (Obras de arte de la naturaleza, 1899-1904) que muestra variedades de colibríes.

Un poema de Octavio Paz, titulado La exclamación, es uno de los principales ejemplos de colibríes en la literatura. Y una canción popular en Sudamérica se llama El colibrí y la flor, que de su letra destaca “Yo soy el colibrí si tú me quieres.
Mi pasión es el torrente y tú la flor”. El poema de Paz es el siguiente:

Quieto

       no en la rama

en el aire

       No en el aire

en el instante

       el colibrí

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